No os preocupéis; tenemos un plan.

Operación concluida con éxito.
Aquello empezó a gotear y chorrear de tal manera que estuve dándole a la fregona un buen par de horas. (No os extrañéis; esto es un negocio familiar, osea, que yo lo hago todo) Menos mal que el suelo es de baldosas. Creo que nunca han estado tan limpias. Después de un rato se me ocurrió retirar a mano los trozos más grandes, para evitar la inundación, y arriesgándome a sufrir congelaciones, extraje icebergs que hubieran hecho naufragar al menos chalupas medianas.
Pero ya está.
El aparato vuelve a funcionar con normalidad, y volveremos a disponer de bebidas frescas, ahora que se acercan los calores. Veis, todo un ejemplo de diligencia y previsión.

Y hablando de calores, de clima y de previsión, esto me recuerda un asunto que quería tratar desde hace tiempo: Mi ciudad, Donostia-San Sebastian, tiene un plan contra el cambio climático. Es fantástico. Yo no iría ni a por el periódico sin un plan.
No estoy muy seguro de cómo una ciudad sin industria y de 180.000 habitantes puede contribuir a frenar el cambio del clima, cuando hay países como EEUU, China e India, que suman tras cuartas partes de los habitantes del planeta, con ciudades de varios millones de almas y empresas que lanzan miles de millones de metros cúbicos de C02 al la atmósfera... pero eso será porque yo no entiendo mucho de esas cosas. Los que sí entienden han elaborado este plan y seguramente debe ser muy bueno. Tan bueno que nos han dado un premio y todo.

Así que ya sabéis: si notáis fresquito allá donde viváis, o que el clima se ha estabilizado y vuelve a ser el que conocieron vuestros abuelos, quizá seamos nosotros desde nuestra hermosa ciudad. No, no me lo agradezcáis... ¡Los donostiarras somos así!