martes, 2 de septiembre de 2008

Teorías chanantes que desarrollamos mi chaval y yo a la hora de comer.

Supongo que habéis leído lo del LHC y la posibilidad de generar agujeros negros.
Estaba en la mesa hablando de este asunto con mi hijo (sí, ya sé, lo voy a convertir en un cronopio) y, a partir de algunas ocurrencias suyas y mi alocada cabeza, se me ha ocurrido una teoría gansa que podría explicar muchas cosas. ¡Qué demonios! ¡Podría explicarlo todo!

Los científicos ponen en marcha el acelerador de hadrones; en una de las colisiones se forma un pequeño agujero negro, que se come parte de la instalación, alimentado con esa masa extra crece y se come todo el CERN, Ginebra, Suiza, Europa, la tierra y la luna en unos milisegundos, y su horizonte de sucesos es lo suficientemente grande como para engullir todo el sistema planetario, sol incluido, las estrellas más cercanas y con ello la Vía Láctea, las nubes de Magallanes, Andrómeda y las galaxias más cercanas y como crece sin parar, en una enorme reacción en cadena cósmica, engulle todo el universo. Como no tengo explicación para lo siguiente, digamos que el enorme agujero negro, con la masa más infinita que puedas imaginar, implosiona, se concentra, y luego explosiona en otro formidable Big Bang y vuelve a generar otro universo, en el que probablemente habría una especie tan absurda como la nuestra, o quién sabe si nosotros mismos.
¡No sería maravilloso! Seríamos los creadores del universo. Dioses y humanos, estúpidos y geniales a un tiempo... ¡Y además esta operación se podría reproducir infinitas veces!
¡Es tan chanante como mi relato aquel de la cosmogonía!
Casi no puedo esperar a que pongan el marcha el LHC.
¡Pisa el acelerador, científico!

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