En vez de bocatas o talos me dediqué sólo a los pintxos, los tragos de sidra fueron a medias con mi pareja, y espacié las tomas para dar descanso a mi estómago. Lo malo de la madurez es que, aunque te otorga autocontrol, también te hace acumular experiencia y referencias para judgar: de cinco pintxos de txistorra que comí, sólo uno era digno de ser llamado así, el talo que probé era insípido y la mayoría de la sidra estaba tan poco "hecha" que sentaba en el estómago como un trago de ácido; incluso las garrapiñadas eran corrientuchas...
Comprobé con sorpresa que la hiperbólica comparación entre el cerdo congregador de multitudes y la Piedra Negra era más real de lo que imaginaba. Si un cerdo puede congregar a la masa del mismo modo que un símbolo religioso, colijo que la religión es, en su mayor parte, tradición.
Del día de ayer extraigo sobre todo dos conclusiones: que es muy divertido ver a los demás borrachos cuando tú no lo estás y que si una torta de harina de maíz y agua cocida en una plancha puede costar 5 euros, los pisos tampoco son tan caros.
Homo hominis lupus.
He escrito esas sinsorgadas porque llevo toda la semana pensando si debo felicitar la Navidad... y no me decido. A mi entender no hay nada que celebrar; no suelo ir de ácrata, pero la verdad es que estas fiestas me cargan un poquito.... no obstante, por si hay alguien que me lee y aún cree sinceramente en ellas, le deseo que lo disfrute como mejor pueda; yo, por mi parte, intentaré lo mismo.
1 comentario:
Yo, depende del año... si te digo la verdad...
Ahora estoy muy ilusionada con el tema reyes y tal, porque como Tomás ya se entera de qué va la vaina, pues va a flipar...
También me hace ilu reunirme con la familia...
Pero este año, tengo más bien poco espíritu navideño... Ains...
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