miércoles, 16 de mayo de 2012

Twitter, ese invento que produce poesía surrealista.



Nuestra ambición desmedida y nuestro desprecio de las costumbres
que nunca consideramos dignas de la nobleza de un caballero inglés.

Como colegiales,
y arder de pasión de felinos en celo cobijados en la umbría
de las selvas de nuestra joya de la corona,
ya perdida por la dama,
por su vistoso tocado, o por el vuelo de su vestido de tules
ceñido deliciosamente a su cintura con un lazo,
tan hermoso que nos hacía ruborizar.

El hipódromo una tarde de carreras, en esos tiempos felices
en que la preocupación era encontrar un buen sastre
y reconocer a lo lejos a tu prometida.

Evocando momentos en los que fuimos gráciles como gamos,
listos como zorros y elegantes como pura sangre ingleses,
trotando por el paddock.



Ahora ordénense los tweets de atrás a delante y léanse con esa voz engolada de la metrópoli.