jueves, 31 de marzo de 2011

Entrañas.

Para entender de qué están hechas nuestras entrañas
bastaría con destripar a un hombre.
No por comprobar si es difícil tajar un vientre
ni por ver el rosario de sus vísceras ensangrentadas,
no.
Habría que hacerlo para comprenderse.
Para explicar por qué hacemos lo que hacemos
desde la verdad absoluta.
Para obtener la certeza de nuestra crueldad.
De nuestra crueldad infinita de humanos.
De nuestra abominable crueldad humana.
De nuestra miserable, hijaputa y asquerosa
condición de cabrones, rastreros y jodidos humanos.

Y luego ofrecer nuestro vientre para ser destripado, claro.

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