jueves, 29 de enero de 2009

Actor y observador

Estoy a punto de dormirme sobre el teclado y he pensado que sería interesante escribir ahora, para ver qué ideas puede fabricar mi cerebro en esta situación. Últimamente me estoy investigando y es una situación curiosa porque mi cerebro investiga lo que hace mi cerebro, osea, él actúa, le dejo actuar digamos, que también es un concepto difuso, pues yo le doy la orden de actuar pero le dejo libre... o quizás le dejo libre y él da la orden de actuar, eso no está claro... pero le observo; es como si fueran dos cerebros uno actuando y el otro observando y entonces el actor comienza a derivar, a encadenar ideas y va navegando sin rumbo fijo, pasa un momento por el teclado, donde desgraciadamente miro, y luego se centra en el dolor de cuello, reposiciona los hombros, estira la espalda y repara en que ve las letras desde más alto y se queda mudo... pero ha enmudecido el actor porque el observador ha seguido atentamente sus acciones, ha tomado nota, las recuerda, y la mano izquierda aprovecha la parada y sube hasta la boca para trabar la uña de su pulgar entre dos dientes, es un acto que seguramente potenciará la concentración, un acto mecánico piensa mi lado observador y hace descender la mano y puedo reanudar el tecleo... El actor tiene ideas nuevas: quiere llevarme a los recuerdos de la tarde y la novedad de la charla que me ha confortado después del ajetreo y se lo permito pues ese recuerdo es cálido e ilumina mi cerebro con una luz naranja y la sensación es placida y cierro los ojos...
El observador reclama acción y me saca del ensimismamiento, aduciendo que así no puedo escribir, el actor mira el reloj, son ya las doce y media y decide que debe acabar esto de una vez; el observador escruta atento para ver cómo lo hará y el actor, que quiere terminar con una sensación agradable, evoca la foto de una muchacha sonriente que ha vuelto a mirar esta tarde y el observador concluye que ha habido días mucho mejores, que para una vez que conscientemente toma nota del otro lado no ha visto ideas ni brillantez y que puede que otra vez no juegue. El actor sonríe por lo bajinis y se lleva la foto en un rinconcito oscuro de las neuronas, lejos de ese pedante mirón.

2 comentarios:

Necio Hutopo dijo...

"es como si fueran dos cerebros uno actuando y el otro observando"...

Anda, pues más o menos eso es la hiperquinesia, pero con más actores...

Es eso o un caso verdaderamente severo de personalidades múltiples.

Duquesa de Katmandu dijo...

Como observadora (no participante, y por eso, casi "objetiva") de la escena en la que actor y observador se vinculan y desvinculan a la vez, diré (académicamente):
gracia a Dió que los dos hemisferios cerebrales siguen conectados!!!

beso,