martes, 16 de septiembre de 2008

La trampa del lavavajillas

De vez en cuando nos dicen en algún medio de comunicación que no lavemos a mano la vajilla; que usemos un lavavajillas. Que así ahorraremos agua y energía y seremos más ecológicos y respetuosos con el planeta, que esas máquinas cumplen nosequé normas de ahorro, y cosas por el estilo.
A poco que uno lo medite, se dará cuenta de que es publicidad engañosa para que te compres uno de esos aparatos.
Nunca puede ser menos ecológico ni gravoso para el planeta no usar un aparato que usarlo. Para fabricar un aparato se extraen materias primas y se consume energía. Al transportarlo hasta el lugar de almacenamiento se vuelve a consumir energía. También se gastan recursos durante su almacenamiento. Para transportarlo al lugar de venta, idem de idem. Otra vez para transportarlo hasta tu casa. Luego lo conectas y gasta energía. Y también necesita un jabón especial, que curiosamente es bastante caro, y del que no puedes elegir la cantidad que usas.

La única baza que puede tener a su favor es que gaste menos agua que lavando a mano pero, cuando lavas a mano, tú mismo puedes elegir la cantidad de agua que gastas, puedes tener los cacharros en un balde, hay que ser bastante cretino para fregar bajo el chorro, puedes elegir si la quieres fría o caliente, y la cantidad de jabón que usas, así que dudo de que ahorre agua y energía como dicen.
La verdadera razón para usar el lavavajillas es el ahorro de tiempo... o la pereza.

Yo no tengo lavavajillas y todos los días friego a mano un par de veces. Con la mínima cantidad de agua posible y casi siempre fría. Como sé que me va a fastidiar hacerlo, mancho la mínima cantidad de vajilla y cubiertos posible. Es imposible que un aparato sea más ecológico que yo.
Además tengo las manos suaves, los dedos ágiles, escucho la radio o canto cuando lo hago y mis vasos no están rallados. Todo son ventajas.

1 comentario:

Duquesa de Katmandu dijo...

Además todos sabemos que los lavavajillas, como las impresoras hogareñas, los cepillos de dientes eléctricos y los secadores de pelo son máquinas demoníacas, capaces de retobarse cuando se le canta. Tienen vida propia.

Beso