sábado, 30 de agosto de 2008

La disciplina del acero. Fin del curso.

Bueno, acérrimos: Ayer acabé mi cursillo de esgrima medieval. Han sido diez días de instrucción que concluyeron el viernes con una clase dedicada casi exclusivamente al combate. Después de aprender los ataques y defensas más comunes de la escuela italiana del mandoble, cortes con nombres tan sugerentes cono Dritto Riddopio, Roverso Esgualembratto, Fendente o Montante y guardias como la Posta di Falcone, La Finestra o la Coda Lunga, y practicar secuencias de golpes tanto en solitario como por parejas, llegó el momento de ponerlas en práctica en un combate casi real. La única norma era no hacer daño al contrario. Al menos... no mucho daño.
Comenzamos dándonos leña con unas espadas de gomaspuma, todos contra todos (no lo habíamos hecho hasta entonces) para calentar. ¡Treméndamente divertido! Acabamos con la lengua fuera.
Luego el maestro nos fue ordenando por parejas, tríos, pequeños grupos, dándonos turnos de ataque y defensa, y nos fuimos fogueando, cruzando el hierro, y viendo las posibilidades del combate libre. En esta disciplina uno se puede desplazar por toda la sala, no hay tapiz ni más restricciones que las propias paredes, así que hay que evitar ser arrinconado, o sorprendido por la espalda cuando te enfrentas a más de un adversario.

El maestro nos advirtió de la necesidad de llevar guantes que protegieran toda la mano, algunos optamos al tercer día por mitones, pues el calor era insoportable, y hemos podido sufrir en propias carnes el efecto de un golpe sobre los dedos. La espada no tiene filo, pesa la mitad que una medieval y frenamos los golpes, y aún así tengo dos dedos magullados y la piel levantada. Podéis fácilmente imaginar los que supondría un golpe así con una espada real.
También lamento haberle hecho un chichón a Ana. Aunque teniendo en cuenta que ataqué su cabeza con un mandoble de 2 Kg, que llegó a parar el golpe y la hoja resbaló sin fuerza hasta su cráneo, creo que salió bien parada.

La clase concluyó con la apoteosis de la batalla medieval: un todos contra todos. Si hasta entonces, en algunas ocasiones, habíamos tenido que vigilar a dos adversarios, ahora debíamos andar con cien ojos, ya que podíamos ser atacados por cualquier parte en cualquier momento. Aunque no refleje la realidad uno comprende lo que pudo ser estar metido en medio de una refriega de espadas desordenada.
En ese momento varios ya sangrábamos un poco y la condensación de nuestro sudor había convertido el suelo plástico en resbaladizo. El agotamiento se hacía patente después de cada serie de golpes, pero también la soltura y versatilidad adquiridas.
David quiso demostrarme la contundencia de un golpe lanzado con toda su fuerza y agradezco que lo dirigiera a la espada, pues la bajó hasta el suelo, me dejó las muñecas doloridas y casi me desarma. Un golpe así, dirigido al cuerpo y con un arma afilada, me hubiera partido en dos.

En fin, podéis haceros una idea. Concluimos sin heridas graves, sudorosos y contentos, saludamos, y el maestro nos tendió la mano y nos agradeció uno a uno nuestra participación. Luego, en una reunión distendida en la sala de armas, se nos informó del próximo curso, de la posibilidad de comprar espadas, nos intercambiamos e-mails y algún teléfono y seguimos charlando hasta la hora del cierre. Gente maja y curso divertido.


Aquí una gente que se lo toma en serio, con protecciones y vestimenta de la época.

¿Que si voy a seguir en esta disciplina? No sé... tengo serias dudas. Comprarme un espadón en pleno siglo XXI y dedicarme en los ratos libres a batirme en duelo siguiendo un manual del siglo XV...
Será que, al fin y al cabo, no soy tan friki.

4 comentarios:

Santiago Bergantinhos dijo...

Pásate por el bog de mi colega Segis, Ferro Veritas, que le da a eso.

Necio Hutopo dijo...

Yo voto por comprar el espadon y cargarlo para futuras discuciones de tránsito...

Javier Vizcaíno dijo...

Yo, por si acaso, cuando te rete a duelo, será a pistolón del siglo XVIII o XIX...
¿Lo próximo será un curso de Pressing Catch? ;-)

jose.etxeberria dijo...

¡Pa presing Catch estoy yo! ¡Un combate de una hora y tres días de dolor de tobillo!