martes, 13 de mayo de 2008

Don't stop me now

Ruth dice que se alegra de verme tan espitoso... no sabéis bien en qué estado me encuentro... pero voy a tratar de describirlo, contando cómo me he ido acelerando hoy.
Después de levantar al chaval y ayudarle con la ropa y el desayuno, he considerado que bastante excitado estaba, así que no tomaría expreso de cafetería y me he hecho mi propio soluble. ¡Craso error! He acompañado al chaval al autobús, he vuelto, he encendido la radio, me he puesto a trabajar pintando una escena de artillería carlista y a las 9:30, mientras Lapitz se empleaba con su entrevistada, me ha dado un bajonazo de la leche, con bostezos de oso, así que me he ido a Otazu, Pastelería-cafetería con estimulante conversación con Pili, donde me he metido un cortao y he largado un rato, y al salir ya volvía canturreando por el camino. ¡Buena señal! A partir de ahí las ideas se me escapaban de los pinceles, y me ha venido a la cabeza lo de Jazzaldia, así que he tenido que escribirlo antes de que el Swing volase. He quedado bastante satisfecho y me he puesto a pintar todo espitoso, acabando esos caretos bigotudos y patillones que llevaban los carlistones. Luego me ha dado otro bajonazo, así que he calentado unos restos de patatas a la riojana y, procurando masticar, los he ido comiendo mientras daba pinceladas sueltas. Entonces he reparado en que faltaban algunas compras y me he encaminado al super, donde Koldo me ha recibido con su habitual ¡Qué tal, Talibán! , contracción mutada de una trasformación humorística de la expresión francesa ¿Comment allez vous?, que empleó hace tiempo. ¡Otro de mi cuerda!
Unos vaciles en caja al pagar, vuelta a la oficina, revisión del feed, comentarios aquí y alla, y promo del Worl café en la radio, que me recuerda lo poco que falta y me provoca el hacer una lista con objetos, personas y cosas que quiero llevar, saludar y hacer el Domingo en Bilbao. Se me llega la hora de recoger al chaval y pensar en la comida: ¡Hay precocinados!

Viene el chaval sin la motxila, en su línea, pero lo demás bien. Él trastea un poco mientras hago la comida, bendito Eroski con su línea de precocinados si conservantes ni colorantes, y luego mi hijo ve "Crímenes Viejunos" como llamamos a una serie que le fascina sobre crímenes raros resueltos de no sé qué cadena, mientras yo recojo, friego y le comento cosas sobre el disparo a quemarropa y la resistencia de los huesos del cráneo. Luego los Simpson, un episodio viejo, con gags que me hacen más gracia ahora y en el que descubro detalles en los que no había reparado, y se llega la hora de llevar al chaval al autobús. Buen día, lo coge con normalidad y yo vuelvo dudando si tomarme otro cortao o no, porque me está entrando modorra. Gana el cortao y me lo echo en los tilos. Vuelvo y me pongo a pintar como una máquina, mientras la cabeza comienza a bullir a cien. Se me ocurre hacer un homenaje al World Café, como los que hacía en los viejos tiempos y le escribo una Alegría gaditana, que no trascribiré aquí porque rompería el ritmo, que canto en el Teléfono del Oyente. A partir de aquí ya comienzo a dispararme porque se me ocurre otro homenaje en forma de tango, me inspiro en el comienzo de Cambalache, y voy componiendo las estrofas mientras pinto pantalones y baquetas de artillería. Lo acabo, lo grabo también, y me pongo más espitoso aún. Se me ocurre otro en plan Ruper Ordorika en Ez da posible, y sólo me detiene mi escaso dominio del Euskera y el comienzo de Graffiti.

Van a hablar de supersticiones, martes y trece, y dan el teléfono de directo por si alguien se anima. '¡Criaturas...! Por supuesto, me animo. Llamo, me coge un técnico y me dice que me mantenga a la escucha. Se ponen a hablar con una corresponsal en China, que si el terremoto, que si las supersticiones chinas y yo esperando. De repente se acuerdan, me saludan y me preguntan a ver si tengo alguna superstición; yo les digo que he llamado para que comprobasen que, a pesar de la chorradita que habían hecho al dar el teléfono, se había entendido el número y que no tengo ninguna superstición. No tienen tiempo y me conminan a que les cuente rápidamente alguna manera de conjurar la suerte de algún amigo o conocido, les digo que tendría que pensármelo y me emplazan para llamarme más adelante. Acepto, sigo pintando aceleradaramente y ellos siguen con el programa. Se ponen a entrevistar a una "experta" en numerología" y, un cuarto de hora después, cuando yo ya no esperaba mucho, realmente me llaman y me ofrecen la posibilidad de darle mi fecha de nacimiento a la numeróloga, para que me haga mi número kármico. Me muestro coqueto y declino revelar la fecha, proponiendo que lo haga con otra más ilustre como el nacimiento de Stalin. Me preguntan por la fecha y no sé repentizarla y ellos tampoco, así que opto por la broma fácil sobre el número 5, que la experta ha dicho que es el más erótico y yo añado que puede ser por la rima, y alguien alega que "eso" no le parece erótico y yo puntualizo que según para quién y como, y tras algunas más nos despedimos.
Me siento bien...bien exaltado...enérgico, insatisfecho pero bien... bien.
Les mando algunos emilios sobre lo que sigo escuchando mientras pinto. Luego la tarde prosigue, yo enérgico, las obligaciones, escribo algunas notas, me voy a buscar al chaval, subo la cuesta de la ikastola enérgico, charlas con las comadres, el chaval contento, yo también, bajamos con un compañero, y la tarde continúa, sigue con sus rutinas hasta que se acerca la noche, con su cena, su tele, su acostar al chaval, mi cerveza y mi ímpetu todavía intacto que me ha llevado hasta la conclusión de este montón de letras.



¡Ah! He escrito la de Ordorika.

2 comentarios:

Javier Vizcaíno dijo...

¿Pero tú cuántas personas eres al mismo tiempo?
No hay minutos en un solo día para hacer eso que dices que has hecho!!!!
A ver si vais a ser trillizos y no os habéis enterado...

jose.etxeberria dijo...

¡Pero si no cuento al detalle lo de la noche...!
Creo que es un efecto que pretendía lograr con esa redacción agónica y que creo he conseguido.