sábado, 29 de diciembre de 2007

Tres años llamando a la radio.

Llevo unas horas solo y relajado, estar de vacaciones con un chaval hiperactivo con los horarios cambiados es una tarea agotadora, pero mi mujer se lo ha llevado a uno de esos PINs, y me he acordado de que tengo un blog y una historia comodín, que por demás dio origen a este, y que suelo colgar para solaz de mis acérrimos... así que me he dicho: ¿Y si pongo un capitulito, que ya quedan pocos, y así la acabo para fin de año?
Y allá va.

Making off


Uno de los aspectos más duros en la tarea de escribir este ¿libro?, ha sido el de no poder hacerlo mientras escuchaba la radio. Es evidente que tengo arraigadísima la costumbre de trabajar con la radio y, en cuanto me ponía con el libro, el dedo se me iba sólo hacia el botoncito. Esto, que a ciertas personas pudiera causar placer, a mí me provocaba gran angustia, pues enseguida comprobaba que no podía centrarme en mi tarea y tenía que renunciar a la escucha. Luego, tras unos minutos de concentración, si desviaba la atención o me levantaba para atender otro asunto, encendía otra vez el aparato y cuando reanudaba la tarea tenía que volver a apagarlo, muy a mi pesar.

Esta tendencia, además de inducirme a pensar si lo mío no sería una adicción, (no en vano pensé en añadir a este libro el subtítulo”historia de una adicción”) ha provocado que en los últimos meses mi escucha de Radio Euskadi haya sido a ráfagas, con amplios vacíos, con lo que me habré perdido incluso la emisión de algunas de mis aportaciones, yo, que como todos sospecháis, soy mi mayor fan. ¡Hasta ese punto ha resultado duro!


En cuanto a la redacción en sí, -puede que ya lo hayáis percibido- creo que este libro no tiene un estilo excesivamente literario; a mi entender se acerca más a la palabra hablada. Podría incluso tratarse de un estilo”Radiofónico” Yo lo atribuyo a que no leo demasiado y mi formación lingüística ha sido principalmente oral, mediante la escucha de innumerables horas de radio.

He aprendido muchísimas palabras y expresiones oyendo hablar a locutores y sobre todo a contertulios ilustres, algunos de ellos científicos o literatos, pero he de reconocer que el aprendizaje exclusivamente oral tiene algunos inconvenientes. Por ejemplo, lo que me ocurrió con el término cerciorarse. Escuché por primera vez esta palabra en una tertulia de Onda Cero, en los lejanos tiempos de “La radio de Julia”. Debió de gustarme porque comencé a usarla en mis charlas con los amigos. Pero seguramente la entendí mal la primera vez y, como nunca la había visto escrita, yo decía cercionarme. Un día, mis amigos, hartos ya de que hiciera el paleto, me señalaron la manera correcta de decirlo pero, yo tenía tan interiorizada la forma incorrecta que la expresión cerciorarse me “sonaba” muy mal, y tuvieron que convencerme usando incluso pruebas escritas. Porque la radio tiene eso, hace que una expresión te “suene”, y se pueda quedar fácilmente grabada en tu memoria -como las cancioncillas de los anuncios- y basta que un locutor se despida diciendo “venga”, o diga habitualmente “es lo que tiene”, para que esa muletilla se incorpore a la sociedad y acabe influyendo incluso en la escritura. Y muchas veces desconocemos su ortografía correcta... ¡Sólo mi corrector de Windows sabe cuántas veces he metido la pata! Por eso, antes de poner por escrito una expresión que únicamente haya escuchado en la radio, yo le recomiendo cerciorarse de que su ortografía sea la correcta.


También me gustaría contar que todo este montón de letras han sido escritas en los ratos libres, esos que me quedaban mientras conciliaba la vida familiar y laboral. Algunos –sobre todo algunas- se habrán escandalizado y estarán pensando: ¡¿Qué ratos libres?! Pero yo les diré que siempre hay ratos libres si renuncias a otras actividades. Por ejemplo, a la higiene exhaustiva. Si trabajas solo, puedes ducharte cada dos o tres días. Tu familia ya está acostumbrada a tu olor. Además te quieren; podrán soportarlo Y en el patio de la ikastola, cuando vas a recoger al chaval, con quedarte un poco apartado del grupo, asunto arreglado. Además, así piensan que eres un poquito raro, pierdes tus relaciones sociales y tienes más tiempo para escribir.

Y lo de la higiene se puede aplicar también al hogar. Para qué vas a perder el tiempo limpiando los cristales. Si hoy en día ya no miramos a la calle. Además así la luz entra tamizada, da un ambiente más tenue, y no se ve el polvo en los muebles, con lo que te evitas limpiarlos y ganas más tiempo aún. Y las arañas pueden hacerte compañía en tu soledad de escritor, las domésticas no son venenosas, y mientras tengas la precaución de no invitar a Almudena -mejor no invites a nadie- no habrá problema.

Y la ropa no tienes porqué plancharla, que no vas a ir a una boda; te la plancha el cuerpo (y, como no te lavas, el sudor ayuda); ni comprarte nueva para ir a la moda, si total ya piensan que eres raro... tengo yo un jersey que se ha vuelto a poner de moda despues de 14 años.


Quisiera ahora hacer un inciso para comentar que yo nunca he entendido la diferencia entre ropa de invierno y de verano. ¿Que vas con un jersey, está empezando el verano y hace calor? ¡Pues te lo quitas! ¿Que vas con una camisa floreada en pleno invierno? ¿Quién va a saberlo si la llevas debajo de un grueso jersey? Al fin y al cabo, ¿tus amigos te quieren por tu imagen o por tu esencia? Y, ¿no es tu esencia bien evidente, gracias a que no te duchas mucho? Pues eso...


Hay otras maneras de ahorrar tiempo –e incluso dinero- que yo practico, pero que, por arriesgadas, sólo recomiendo a verdaderos amantes del peligro. Por ejemplo, comprar y comer sólo comida envasada. Te ahorras una barbaridad de tiempo en la compra y la cocina. Y si tienes la precaución de guardar algunas etiquetas de estos productos podrás demandarles en un futuro cuando desarrolles enfermedades o mutaciones por esta practica.

También puedes circular en bicicleta por la ciudad. Te juegas la vida pero ganas un montón de tiempo ya que evitas los atascos.

Y por último puedes dejar de ver la tele. Te quedará un montón de tiempo libre, aunque puede ocurrir que los demás te rechacen cuando no puedas asentir ante sus comentarios sobre los programas, o que desarrolles el pernicioso hábito de pensar o de escribir, lo que te convertirá en un irremediable bicho raro.

Ya veis qué fácil se puede encontrar tiempo para escribir adoptando las medidas adecuadas o renunciando, tan sólo, a actividades superfluas.


La mayor parte de las conversaciones que se relatan en este libro han sido escritas de memoria. Podéis pensar:- ¡Qué memoria tan portentosa!- pero no es así. Puede que recordéis una frase que repetía Truman Capote en la película de Bennet Miller:- “Retengo el 94% de las conversaciones. Me he puesto a prueba.”- Yo me aprovecho de algo similar. Como supongo que casi nadie retiene el 94% de las conversaciones, escribo lo que recuerdo de ellas y el resto me lo invento, confiando en la frágil memoria de los demás.

Si alguien recuerda exactamente una conversación y comprueba que no concuerda con lo escrito, (y no vale recurrir a las fonotecas; eso es trampa) ruego se ponga en contacto conmigo a través de los medios habituales y recibirá el premio “Capote” a la buena memoria y mi sincera felicitación.

Antes he dicho, la mayor parte, porque grabé una de mis primeras intervenciones con el pequeño aparatito que describo en el cap. 5, el que hacía un ruido del demonio, y se la puse orgulloso a mi familia. Ellos primero la escucharon con perplejidad pero luego comentaron que no parecía yo, que no reconocían mi voz en la radio, y que ¡para menuda chorrada se me había ocurrido llamar! Naturalmente no volví a grabar ninguna más.


1 comentario:

Necio Hutopo dijo...

Sigo de vacaciones, pero no quería dejar pasar la oportunidad de desearle FELIZ AÑO NUEVO...
Nos seguiremos leyendo
(en cuanto regrese prometo que leeré las actualizaciones)