sábado, 29 de septiembre de 2007

Tres años llamando a la radio.

Apoteosis triunfal (segunda parte)


Llegó la hora del fallo y presentaron al juez. Se trataba de Kepa Junkera, que por aquel entonces había compuesto un disco con canciones sobre el Athletic, dentro de un proyecto llamado Athletic bihotzez. Pincharon alguna de sus canciones, charlaron con él, descubrí que era socio desde pequeño, que llevaba al Athletic muy dentro... y yo comencé a sentirme un poco fuera. Luego sometieron a su valoración los tres cánticos y le permitieron un tiempo de reflexión.

Dijo que los tres estaban muy bien, que agradecía mucho el esfuerzo, pero que debía elegir... y que por innovación y originalidad él escogía... ¡el rap!

¡El rap! ¡¡Yo había ganado!! ¡Había ganado mi canción! ¡No me lo podía creer! Yo creía que ganaría la bilbainada...

¡Y ahora iban a llamarme! Seguro que querían hablar conmigo en directo...

Y así fue.

Sonó el teléfono y era Iñigo Lejarza. Me pasó con Almudena y esta me saludó:

-Hola Jose, ¿cómo estas?.- No recuerdo qué contesté. No recuerdo siquiera si contesté, de lo nervioso que estaba.

-Nos ha gustado mucho tu rap, es muy original... - Gracias, gracias, balbuceaba yo.

-Eres donostiarra, verdad, ¿cómo es que un donostiarra es aficionado al Athletic?- Durante un instante pensé en mentir, pero luego resuelvo que lo más original va a ser contar la verdad y le suelto: -Es que no soy aficionado al Athletic.

Y Almudena muy rápida de reflejos: -Bueno pero eres aficionado al fútbol ¿Verdad?

-No, tampoco soy aficionado al fútbol, - y como creo que aquello está empezando a sonar a burla añado, - yo soy aficionado a los viajes. No hacíais más que decir en los anuncios que el viaje era fantástico, así que me animé a participar.-

-Bueno, esto sí que es sinceridad, vaya sorpresa- dijo Almudena, y seguramente añadirían algo Kepa e Iñigo, y yo recuerdo que dije algo así como:

-Pero pienso animar al Athletic como el que más ¿eh?

Charlamos un poco más, volví a sentirme fuera de lugar, como un donostiarra entre muchos bilbaínos... y por fin concluyó Almudena

-Bueno, Jose, que lo disfrutes, que lo pases muy bien en el viaje y enhorabuena.- y todos nos despedimos cordialmente.

Cuando recuperé la respiración volvió a sonar el teléfono: eran mi mujer y mi hijo que, advertidos de antemano, lo habían escuchado todo y me felicitaban. Aunque mi mujer no dejó de censurarme mi ataque de sinceridad.

Luego el teléfono siguió sonando durante un tiempo con felicitaciones, hasta que al fin se le agotó la batería.

Después de la tempestad llega la calma. Tras el subidón llegó el bajonazo y la vida real con su rutina. Pero mi rutina incluía el llamar a la radio, y había concurso de Pablo; me daba un poco de vergüenza, después de haber ganado el otro pero... –yo por aquel entonces usaba un pseudónimo en los concursos de Pablo y resolví que, amparado de esa manera, no descubrirían que era el mismo- después de un par de días de silencio... volví a concursar.

Y si esto os parece sorprendente más sorprendente fue lo que pasó el día del concurso: Me dan paso, suelto mi chorrada, muy bien, muy bien, gracias, siguiente concursante, entra una señora, empieza a elaborar su broma, la corta a la mitad y suelta: -¡Yo en realidad llamo para protestar porque le habéis dado el premio del viaje a uno que ni siquiera es aficionado del Athletic... ni le gusta el fútbol, y aquí estamos muchas que no hemos parado de concursar y no nos habeis dado nada!-

Segundos de estupefacción... Almudena, amablemente: -Muy bien, señora, pero comprenderá que esto es un concurso, y que hay otros canales en la emisora para expresar sus quejas... -

-Ya, pero he llamado y me cortáis y no ponéis lo que yo quiero decir...

Y de nuevo Almudena: -Bien, pues ya lo ha dicho, ¿quiere terminar con su personaje del concurso?-

Y la señora: -No, yo sólo he llamado para protestar...

-Bien, en ese caso vamos a dar paso a otro concursante. Gracias por su participación.

Y efectivamente dieron paso a otro oyente. Yo estaba alucinando, la casualidad había querido que aquella señora entrase en antena justo después de mí, y por la conversación entendí que no me había descubierto... ¡Aquello era de locos!

Por lo visto mi victoria había creado una polémica, con mensajes en los foros, y algunas llamadas más que encendidas al teléfono del oyente –sólo Begoña Bregel sabe lo que tuvo que oír y filtrar esos días- pero, poco a poco, las aguas fueron serenándose

La vida continuaba y yo con ella. Faltaban dos semanas para el viaje, y había que empezar a organizarlo. Llamé a la agencia, donde ya tenían mis datos, y descubrí que había ganado el viaje sencillo, ida y vuelta el mismo día y entrada para el partido... y digo entrada porque el viaje era para una sola persona.

Llamo a la radio y me lo confirman: el concurso que premiaba con el tour ¡era el de la sección de deportes! y yo había concursado en el del viaje sencillo. Bueno... no me desanimé. Seguía siendo un magnífico premio y además me aseguraron que el viaje era para dos personas.

Volví a llamar a la agencia y, tras algunas reticencias, al final conseguí mi viaje para dos.

Luego resultó que me costó dar con la persona que quisiese acompañarme –os podéis imaginar las caras de aquellos a los que se lo proponía, casi todos donostiarras- pero al final encontré a un amigo que se apiadó de mí.

Y cuando ya lo teníamos todo listo, la tarde anterior al día de partida, con los billetes en la mano y todo confirmado, mi compañero de viaje se pone a echar el estómago por la boca, con una gastroenteritis aguda.

Cuando compruebo que su estado no va a mejorar en breve plazo, llamo a la agencia, lo cuento, lo lamentan, insisto, pero me aseguran que es imposible que me cambien el billete. Su plaza había causado baja junto con él.

A pesar del duro golpe me repongo; si la suerte ha querido que yo vaya solo, iré solo. Seré un donostiarra entre un centenar de bilbaínos desconocidos, pero no agacharé la cabeza. Visitaré Lieja con sus tentadoras cervecerías y tabletas de chocolate belga y cuando llegue la hora del partido, gritaré a pleno pulmón como un socio más del Athletic. ¿No es éste, acaso, el club de fútbol de todos los vascos? ¿No soy yo, acaso, un vasco? ¿ No se crecen los vascos ante las dificultades? ¿No me perderé por Lieja, solo y borracho... ?

Todas estas preguntas giraban en mi cabeza, mientras buscaba en los armarios la ropa para el viaje, alguna que me protegiese del frío invernal de Bélgica. Comprobé que no tenía nada rojiblanco: ni camiseta, ni jersey, ni bufanda. Mi mujer tenía un gorro invernal con bandas rojas sobre fondo gris y estrellitas de nieve blancas, y decidí llevarlo como lo más aproximado. Creo que mi jersey era azul marino, estoy seguro de que mi camisa era azul y blanca, porque escondía los cuellos en el avión, y mi abrigo era de un discreto marrón, con el que trataría de pasar desapercibido.

De esta guisa me planté a la mañana siguiente en el aeropuerto.

Debo hacer un inciso aquí, para contar que a mis 35 añazos yo aún no había volado en avión, a decir verdad era la primera vez que acudía a un aeropuerto. (El de Fuenterrabía no cuenta, que más bien parece una cafetería grande) Esa era una de las cosas que más me atraían del premio; la oportunidad de volar.

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