Radio Euskadi en el taller.
La semilla se mantuvo hibernando, y mientras tanto te buscaste otro empleo en el que no se podía escuchar la radio, pero en cambio, sí que había compañeros con lo que charlar. Y como la timidez seguía siendo un problema, la sublimabas con la charlatanería y pasabas por un tipo extrovertido y te lo acabaste creyendo y ganaste seguridad y cuando se acabó el contrato no buscaste otro trabajo miserable, precario y aburrido, sino que creaste tu propio negocio, con esa seguridad y extroversión recientemente adquiridas. Y ya en tu tallercito, perfectamente instalado y en plena faena, descubres que estás solo, que no hay nadie con quien hablar y pones la radio, primero a regañadientes, pues aún no te has reconciliado con ella, y buscas otra vez por el dial, y después de algunas idas y venidas te quedas donde oyes algo interesante y escuchas con escepticismo durante unos días e incluso comparas con otras emisoras, pero vuelves y sigues escuchando y tu escepticismo se disipa, y te aprendes el nombre de la emisora, el punto del dial no, que a ti los números... pero ya no lo cambias de lugar, y así, cuando llegas al taller por la mañana y pulsas el botón del aparato, empieza a sonar el “Boulevard” de Radio Euskadi.
Nacido para martillo, los clavos empezaron a caer en forma de promociones del teléfono del oyente, con sugestivas voces que animaban a participar con críticas, opiniones o sugerencias. Nótese la confluencia de factores: recién adquirida extroversión, legendaria verborrea, un trabajo solitario y la semilla profundamente plantada... bueno claro, y un móvil recién estrenado.
Comencé a escuchar las opiniones de los oyentes, comencé a rumiar las mías y me fueron entrando una ganas tremendas de replicar. La semilla pujaba con fuerza. Y un día que me encontraba inquieto por haber dormido mal, llevaba dos cafés de más y hablaba hasta con los gatos de escayola, de repente, germinó. Llamé al teléfono del oyente y dejé grabada mi opinión. Mentiría si dijera que me acuerdo de cuál fue. Lo que sí recuerdo perfectamente es que cuando escuché mi voz por la radio pensé: -Dios mío, que voz tan horrible. No parezco yo. (Evidentemente esto es una licencia dramática. El pensamiento fue una sensación de desagrado, no una verbalización concreta. Además soy ateo.) Quiero decir que de golpe comprendí por qué unos hacen radio y otros se dedican al periodismo escrito.
Estuve desilusionado algún tiempo pero, otro día, tras escuchar las incitadoras promos, calentarme con algún comentario y decidir que los demás no iban al meollo de la cuestión, volví a llamar. Me escuché, me detesté y decidí que la siguiente vez mejoraría mi dicción; incluso impostaría la voz, y así me mantuve durante una temporada: Llamaba, si lo emitían me escuchaba, me prometía a mí mismo hacerlo mejor la próxima vez y al día siguiente volvía a llamar. Llegué a estar bastante satisfecho cuando me escuchaba, no tengo la profunda voz de Iñaki Berasategi ni la sugerente impostación de Félix Linares... más bien tengo una pobre voz nasal entre Antonio Gasset y Pedro Erquizia, pero se me entiende cuando hablo.
También llegó a haber una agradable interacción: Trataron en antena alguno de los asuntos que yo propuse y, de vez en cuando, algún oyente replicaba a mis comentarios. Así, con esta salsilla, me mantenía toda la mañana pegado al transistor y no sufría el tedio del trabajo.
Ahora comprendo que se trata de una relación simbiótica. La radio cede parte de su tiempo a los oyentes, estos hacen sus aportaciones, se oyen, se sienten reconocidos, se mantienen interesados, y la emisora gana fidelidad y algún que otro oyente más, entre el escúchame que voy a salir en la radio y ya verás cómo hoy tratan mi tema. Y las compañías de teléfonos aumentan su cuota de ingresos, claro. ¿Por qué será que casi cualquier movimiento acaba engordando las arcas de los grandes... ?
1 comentario:
Vaya, vaya, vaya... Mira que nos encontramos por aquí. Despues de leer tu comentario me asalta una duda. También trabajas los fines de semana para poder oir Mas Que Palabras?
Un saludo campeón, y felicidades por tu blog
NaCl U2 Yo!
P.S. y lo de pedir el calculo del limite de cualquier función trigonometrica me parece mejor sistema que el de repetir palabras o numeros
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