jueves, 25 de septiembre de 2008

Hablar

Hay que hablar con la gente. En cada situación en que sea posible hacerlo. Uno nunca sabe cuando le van a dar una información interesante o simplemente le van a reconfortar. No hay que hacerse ideas preconcebidas. Yo antes era un poco retraído y me costaba mucho hablar con la gente. Quién sabe todo lo que me habré perdido.

En aquel cursillo de esgrima medieval que hice, conocí a media docena de buenos cronopios. Un par eran chicas. Una noche volví caminando un trecho con una de ellas, ya que llevábamos la misma dirección. Yo había hecho un papel ridículo en la clase intentando seguir una coreografía en la que me perdía cada dos pasos. Era una de mis épocas álgidas de insomnio y yo, cuando duermo mal tres días, no sé ni cuál es mi pie izquierdo. Un poco por justificarme le comenté lo que me afectaba la falta de sueño, sobre todo en lo que concierne a la concentración. Me comentó jovialmente que ella había dormido mal toda la vida. Que de pequeña, hacia los tres años, estuvo un par de meses sin dormir, con gran preocupación familiar y visitas a especialistas, y que desde entonces nunca ha conseguido hacerlo con normalidad. Que pocas veces dormía en la cama más de un par de horas. Que habitualmente se recostaba en una butaca al llegar la noche y dormitaba un poco o leía, y luego se levantaba para hacer otras cosas. Que, como muchos insomnes, cuando mejor dormía era por la mañana, pero que se lo impedían las ocupaciones diarias.
Yo escuchaba interesadísimo y perplejo y, por supuesto, tuve que preguntarle si aquello no afectaba a su rendimiento diario.
Me dijo que no notaba nada especial, que simplemente a veces sentía más sueño, pero que no le cambiaba el humor y podía concentrarse sin dificultades. Y doy fe de que era alegre y sensata, y no se la veía despistada o huraña. A mí, cuando el insomnio me ataca de veras, me cambia el humor, a peor, y me encuentro muy nervioso con fases de decaimiento y excitación que se alternan durante el día, pierdo la memoria a ratos y es como si me encendiesen y apagasen.

Realmente salí reconfortado de aquella charla; comprendí que, si lo mio no tenía arreglo, seguramente acabaría acostumbrándome. Luego, como soy un cronopio, me dio por pensar que si alguien es capaz de llevar una vida normal casi sin dormir, sería una super-persona si pudiera hacerlo. Luego también pensé, como diría mi sensatísima esposa, que uno se acostumbra a lo que tiene y sus circunstancias personales no influyen tanto como su voluntad a la hora de obtener logros. Luego seguí dándole vueltas a la batidora de mi torturado cerebro y finalmente lo olvidé.

Hoy, que sólo he conseguido dormir tres horas, lo he recordado. Y no sé si será por el conocimiento que me dio aquella conversación, pero no me encuentro tan mal como otras veces.
Sea como sea, hay que hablar con las personas. Cualquiera tiene algo interesante que contarte.

2 comentarios:

MiKeL dijo...

Jugoso post, pardiez.

Pues mira, yo duermo poco pero no por insomnio sino por costumbre adquirida. De niño y adolescente dormía lo normal y los sábados incluso un poco más y nunca me pillaron somnoliento.

A los 30 años tuve un accidente de bici donde casi me mato, se me rompieron 8 vértebras, la clavícula, se me paró un pulmón, me quedé a un centímetro de ser un parapléjico más y desde entonces no necesito dormir más allá de 5 horas para estar como una moto todo el día. Eso sí, luego el viernes o el sábado igual duermo una hora más pero si me paso, si estoy más de 7 horas en la cama, me levanto con un dolor de cabeza del 15.

Los días me dan de sí, es cierto, y puedo hacer muchas más cosas porque no estoy en by pass como te pasa a ti. Igual te acostumbrarás y conseguirás algo parecido a lo mío, nunca se sabe.

PS: ¿Has oído el apestoso anuncio de Muebles Vizcaya en RE? Es uno donde suena una especie de cornetilla cada poco. Por dios! ¿Quién leches es el creativo de RE que idea semejantes bodrios?

Necio Hutopo dijo...

Pues mira tu, si del total de personas a quienes tomo únicamente a aquellas que me han parecido en determinado momento interesantes o, directamente, agradables... Resulta un porcentaje verdaderamente pequeño... De ahí entonces que, estadísticamente hablando, puedo decir que yo no hablo mucho con la gente porque los desconocidos me caen potencialmente mal... Pero tampoco es que siga mucho esta regla.

En fin, que ya volvió el que andaba ausente (es decir; mi CPU)