Sin más os presento a Mari Sonsoles con su primera y profunda reflexión:
La inmortalidad
Sabes... lo he estado pensando, y es una verdadera bendición que los pobres mueran. O sea, quiero decir: ¿Cómo podría un pobre soportar durante una eternidad la visión de su miserable choza, su cuenco de arroz y las tetas caídas de su mujer?
En cambio los ricos no deberíamos morir. Ni siquiera envejecer. Los ricos sabríamos hacer cosas interesantes con nuestra vida por toda la eternidad. O sea, siempre a la última, siempre actualizados, eternamente jóvenes y guapos.
Algunos ricos, no todos, siempre hay ricos con mal gusto o alguna tara física, encarnamos la perfección del ser humano, hemos alcanzado el último estadio en la evolución de nuestra especie, y sería de justicia que se nos concediese la inmortalidad.
No acierto a comprender cómo Dios puede ser tan injusto con nosotros. ¿Sabes?, a veces dudo incluso de su existencia...
Y tampoco sé por qué pierden el tiempo esos científicos tratando de curar la malaria o con esas cosas de la nanotecnología, en vez de invertirlo en investigar la inmortalidad. ¡Con lo bien que podríamos pagárselo! O sea, yo misma, que ya soy accionista de Corporación Dermoestética, estaría encantada en invertir en algún proyecto que tratase de conseguir la inmortalidad...
¿Sabes?, seguramente será que los científicos son pobres, o sea, que nacieron para pobres y, en el fondo, piensan como pobres.
Mari Sonsoles
(Puede que te haya extrañado mi correctísimo lenguaje pero, ¿sabes? yo he estudiado una carrera; o sea, como Anita García Obregón)
2 comentarios:
(Buena advertencia).
Con todo el respeto que merece alguien que escribe en un blog que sigo y me gusta tanto, he querido encontrarle algún viso de algo (un fundamento teórico, un costado poético, una ironía velada) que me inspire a una reflexión cualquiera, sin pretensión de sesudez. Y la verdad es que no hallé nada.
Saludos,
una pobre científica que no soporta la pobreza material ni la espiritual
Pues a mi me recuerda enormemente a Susanita Botello...
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