lunes, 23 de junio de 2008

San Juan gaua.

Mis acérrimos saben que desde que tomo la nueva medicación ya ni siento ni padezco, sobre todo por la noche, pero esta era la de San Juan, así que he decidido retrasar la ingesta de pastillas, y darle una oportunidad al alcohol, a ver si sentía algo. (Estas pastillas no se llevan bien con el trago.)
A partir de ese momento todo se ha conjurado para conformar una noche genial.
El cielo nos ha regalado una exhibición de chaparrones, rayos y truenos, pero ha concedido una tregua suficiente para encender las hogueras y celebrar los ritos del solsticio.
Hay algo atávico en el fuego. Atrae a los chavales como un imán. Les excita y luego les calma como un buen bálsamo. Les equilibra.
Y a los mayores nos evoca recuerdos de noches de otros veranos. Nos lleva de paseo por las noches de nuestra vida hasta llegar a la noche de siempre; la noche de los tiempos. La noche primigenia.

Rayos, truenos fuego y lluvia. Uno podría creer en dioses esta noche. Si no estuviera ya tan resabiado incluso podría creer que ha sido purificado; que de verdad ha quemado lo malo y empieza limpio una nueva etapa.
Tiene algo mágico el fuego. El fuego o las cervezas y el orujo de hierbas...

Hace un rato que tomé las pastillas. La química implacable ya está haciendo su efecto. La ventana fantástica se cierra... Morfeo 2008 reclama este cuerpo.
Buenas noches.

1 comentario:

Necio Hutopo dijo...

Cómo era aquella canción?

En la Noche de San Juan
todos comparten su pan
su mujer y su gaban.
gente de cien mil raleas.

Apurad, que hay lo espero
si quereis venir.
Por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual...

Venga, buenos sueños químicos...