martes, 27 de mayo de 2008

Un TDAH no puede educar a otro TDAH

Entrada superseria, indiscreta y melancólica a raíz de un suceso reciente.

Mi limitado cerebro no funciona bien si he dormido poco. El de todo el mundo funciona mal, pero el mío peor. Mis escasas cualidades de contención, proporción y lógica se encuentran casi anuladas en ese estado, y noto una quemazón y embotamiento en la cabeza durante la mañana, que se trasforma en dolor por la tarde. Y el café sólo me funciona en cortos periodos.
A mi hijo le ocurre algo parecido. Ni la pastilla que toma, un estimulante, consigue cubrir completamente el déficit de sueño. En días así, sabes que estallará por algún lado.

El jueves por la noche tuvimos un poco más de ajetreo en casa, nada demasiado fuera de lo normal: cena que no gustó al chaval y tensión para comerla, imprimir unos papeles, ruido, hambre antes de acostarse por no haber cenado en condiciones, recena, retraso; cosas que le descentraron... o vete tú a saber, pero el hecho es que se durmió tarde, dio vueltas en la cama, y como suele ocurrir esas veces, tampoco sé por qué, se despertó antes de lo habitual. Yo esa mañana ya mascaba la tragedia. El chaval estaba más inquieto que un chimpancé.
Me dice justo antes de salir: -Aita ¿puedo llevarme un par de coches para jugar en el recreo?
-No; ya sabes que Andereño no quiere que lleves nada, que los sacas en clase y eso no puede ser.
La última bronca en con su profesora había sido por eso y mi mujer le había prohibido llevar juguetes a la ikastola. -No le dejes llevar nada- me había dicho bien claro.
-¡Jo! ¡Es que no voy a tener con qué jugar en el recreo...! ¡Todos llevan coches!
-No puedes llevar nada. Vamos al autobús.
-¡Jo, aita! ¡Sólo dos! ¡Que no los saco! ¡Dame otra oportunidad!
La hora ya muy justa. -Bueno, coje dos, pero escúchame bien: ¡Solo los puedes sacar en el recreo! ¿Está claro? los llevas en el bolsillo y no los sacas en clase; te olvidas de ellos. ¡Sólo los sacas en el recreo!-
-¡Claro aita, qué crees!
Y salimos corriendo al autobús. 8: 35

A la una menos cuarto baja llorando del autobús. -¡Qué te ha pasado, maitia!
-¡Buaaa...! Hip, hip... andereño me ha quitado los coches...
-¡Pero...! ¿Los has sacado en clase?
-Bua... sólo un momento antes del recreo para enseñarle a Iñigo una... ¡Bua... ! y no me los va a devolver en un mes... y en el recreo no he podido...
-Pero si ya te había dicho...
-Buaaaa... soy un tonto... buaa...
-Bueno, bueno... vaaale...
Y una media hora consolándole y todo eso que podéis imaginar...

Yo había tardado 12 horas en quebrantar la norma que me dio mi mujer y él 2 y media, en hacer lo propio con la que le di yo. Bastante proporcionado a nuestras respectivas edades.

Un cronopio educando a otro cronopio, potencia sus cualidades.

3 comentarios:

Javier Vizcaíno dijo...

Supongo que el TDAH influye en lo que has contado, pero esa situación se puede dar entre cualquier criatura y cualquier padre.

jose.etxeberria dijo...

Ya, pero tengo que justificarme de alguna manera...

Iñaki Murua dijo...

Ay, Kanif, y es que encima los niños y niñas te llegan sin manual de instrucciones ;-)

¿Qué será cuando el cronopio junior llegue a la adolescencia?

Animo.