Una vez pinté un camión.
En aquella época que recordé en un post anterior, en la que me metía en fregados de los que poco provecho podía sacar, yo decoré el camión que podéis ver abajo.
El cacharro era un capitoné; uno de esos monstruos de 14 m de largo por cuatro de alto que se usaban en las mudanzas. Se trataba del vehículo de Los Titiriteros de Sebastopol, un grupo de animación y teatro callejero comandado por mi primo, que fue el que me propuso el fregao. Y como yo en aquel entonces le daba a los pinceles y ya había pintado alguna superficie bastante grande, respondí que sí, y con nula experiencia pero el arrojo que da la juventud, me lancé al empeño durante una semana frenética.
Sí, míos son el diseño, hice desde los bocetos hasta las planchas de estarcir, y la ejecución. Lo más duro fue enmascarar con cinta todos los dibujos que veis. Y luego darle al rodillo durante horas subido precariamente a una escalera, claro...
Recuerdo que durante un par de días hizo un sol de justicia y la pintura se espesaba tanto que el rodillo se me quedaba pegado a la chapa... y que durante la tarde del tercer día me dio un bajonazo de la leche, con un poco de fiebre y todo, que ahora atribuyo a una insolación.
Haciendo este trabajo conocí al "Herrero", que era un tipo maduro y cuadrado, ex-boxeador decía mi primo, de esos que trabajan sin camiseta y lucen un torso bronceado, mitad músculo, mitad grasa. Mi primo le encargaba chapuzas insólitas que este resolvía con ingenio, más por amistad que por negocio. Esta vez se trataba de construir sobre el camión la estructura metálica que soportaría un rocódromo plegable, que también pinté yo, y pude asistir estupefacto al montaje, pruebas de uso y plegado impecable del invento. (Se puede adivinar en la primera foto, sobre el techo del camión) Recuerdo que de vez en cuando me gritaba: -¡Silva, pintor!- y añadía con socarronería: -Todos los pintores silvan.
En fin... son esas cosas que luego uno recuerda con una sonrisa. Y que se pueden contar a los nietos... o en un blog.
Si me lo propusieran ahora... ¡Qué carajo! ¡Volvería a hacerlo!
El cacharro era un capitoné; uno de esos monstruos de 14 m de largo por cuatro de alto que se usaban en las mudanzas. Se trataba del vehículo de Los Titiriteros de Sebastopol, un grupo de animación y teatro callejero comandado por mi primo, que fue el que me propuso el fregao. Y como yo en aquel entonces le daba a los pinceles y ya había pintado alguna superficie bastante grande, respondí que sí, y con nula experiencia pero el arrojo que da la juventud, me lancé al empeño durante una semana frenética.
Sí, míos son el diseño, hice desde los bocetos hasta las planchas de estarcir, y la ejecución. Lo más duro fue enmascarar con cinta todos los dibujos que veis. Y luego darle al rodillo durante horas subido precariamente a una escalera, claro...
Recuerdo que durante un par de días hizo un sol de justicia y la pintura se espesaba tanto que el rodillo se me quedaba pegado a la chapa... y que durante la tarde del tercer día me dio un bajonazo de la leche, con un poco de fiebre y todo, que ahora atribuyo a una insolación.
Haciendo este trabajo conocí al "Herrero", que era un tipo maduro y cuadrado, ex-boxeador decía mi primo, de esos que trabajan sin camiseta y lucen un torso bronceado, mitad músculo, mitad grasa. Mi primo le encargaba chapuzas insólitas que este resolvía con ingenio, más por amistad que por negocio. Esta vez se trataba de construir sobre el camión la estructura metálica que soportaría un rocódromo plegable, que también pinté yo, y pude asistir estupefacto al montaje, pruebas de uso y plegado impecable del invento. (Se puede adivinar en la primera foto, sobre el techo del camión) Recuerdo que de vez en cuando me gritaba: -¡Silva, pintor!- y añadía con socarronería: -Todos los pintores silvan.
En fin... son esas cosas que luego uno recuerda con una sonrisa. Y que se pueden contar a los nietos... o en un blog.
Si me lo propusieran ahora... ¡Qué carajo! ¡Volvería a hacerlo!
2 comentarios:
Está bien... tengo una caja de trailer por pintar...
Ya en serio, esto me ha recordado la vez que diseñé y ejecuté la decoración para un salón de fiestas infantiles... Eso sí, lo que es yo, NO LO VUELVO A HACER NI MAMADO
Esas experiencias mola recordarlas pero eso de repetirlas... buf... los años no pasan en balde :D
Besos
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