martes, 21 de agosto de 2007

Tres años llamando a la radio.

Los torpes inicios

Si naciste para martillo, del cielo te caen los clavos. Sostengo la opinión de que nacemos con la personalidad ya prefijada. Da igual que intentes cambiarla; como mucho podrás enmascararla pero, en cuanto te despistes, volverá a aflorar delatándote. Yo nací sentimental, tímido y charlatán. Cuando mis sentimientos me impulsaban a actuar, si había gente delante, mi timidez me lo impedía y solía sublimarlo con una apabullante verborrea de excusas sobre el inocente que se encontrase a mi lado. Puede que esto os sorprenda pero, a menudo, la charlatanería es el escudo de una persona introvertida. Una locuacidad improductiva que, sin embargo, descarga la tensión del tímido

Siempre había escuchado la radio. En mi casa era un soniquete constante. Recuerdo los anuncios de Amuebladora Comercial Hispania, los de Tomate Orlando, las radionovelas de la tarde, cuando mi madre cosía y yo fingía hacer los deberes sobre la mesa de la cocina... Luego pasé a escuchar las radiofórmulas musicales: los Cuarenta Principales, Cadena Cien, esos programas de canciones dedicadas... mientras fingía hacer los deberes en mi habitación. Y, más adelante, incluso escuché emisoras de música clásica, mientras fingía hacer los planos de delineación. Así que luego, cuando entré en una empresa, estábamos todos juntos en una sala, fingiendo trabajar, y no nos poníamos de acuerdo sobre qué emisora sintonizar, y algunos empezaron a traer cassettes, heavy metal, incluso hardcore y discutíamos... afortunadamente no debíamos de fingir muy bien, ya que acabaron cerrando la empresa y pude volver a casa a escuchar mi radiofórmula.

Pero claro, llega una edad en la que no puedes seguir así. No se puede escuchar los Cuarenta Principales toda la vida. Y buscas por el dial alguna emisora que no repita la misma canción cada hora. Y también te buscas un empleo, claro, que tienes que fingir. Sobre todo si vives a expensas de tu novia, que paga tu piso y tu comida. Y encuentras un trabajo que a ti, enormísimo cronopio, te parece maravilloso porque se dibuja y además se puede realizar en tu casa, escuchando la emisora que te apetezca, sin horarios ni disciplina, y no reparas en que es precario y mal pagado... y al final terminas en tu habitación, aburrido de tanto dibujo, sin un duro y dándole vueltas al dial, a ver si pescas alguna emisora maja.

Y entonces, una tarde, sintonizo “La Radio de Julia” y descubro que existen programas en los que la gente habla, no sólo canta, y que cuentan cosas interesantes y no las repiten cada hora, ni cada día, y que también hay ese tipo de programas por la mañana, y paso a escucharlos, y son mi sostén ante el tedio del trabajo. Y descubro además lo que luego será mi perdición, y es que los oyentes pueden llamar a esos programas y expresar sus opiniones en antena, y tras un año de dudas me atrevo y llamo yo también, y me sale de culo y me siento un estúpido... pero luego reflexiono y creo que lo podré hacer mejor la próxima vez... y un día, sin previo aviso, suprimen el programa y me quedo con la palabra en la boca. Naturalmente me cabreo y dejo de escuchar la radio y vuelvo a mis viejos discos y me olvido de opinar en antena...

Pero el mal ya está hecho. La semilla ha sido plantada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Saludos desde las profundidades de la geografía y el espíritu!!
¡Que bien que te hayas animado, camarada! Cuenta con un lector/comentador... que te devolverá algunas pelotas.
¡Ah! ¡Y sigue llamando a la radio!

Abrazos miles!!!

Javi V

Kanif Beruna dijo...

¡Cómo me gustaría sumergirme, aunque sólo fuera un rato en las profundidades del espíritu! ¡Aunque fuera el mio! ;p

En lo de llamar he perdido la costumbre... aunque no lo descarto.